1945: Los lideres.
Cuentan que en 1941, el primer ministro de Inglaterra, Winston Churchill, al escuchar la noticia del ataque japonés a Pearl Harbor descorchó un champagne y grito como extasiado: “Ganamos la guerra”. Los presentes, consejeros militares y otros allegados lo miraron como si se hubiera vuelto loco. El frente ingles estaba en peligro constante de caer en manos de los alemanes, Londres estaba salpicada de bombas y Alemania parecía cada vez más invencible. La victoria era lo más lejano para ellos en ese momento. Pero la verdad, es que Churchill tenía conocimiento de lo que depararía el futuro, algo más preciso que la fe y más relativo que el conocimiento empírico. El sabia lo que otros a su alrededor no podrían entender jamás. El conocía todas las posibles variables en ese esquema mundial. Estados Unidos al entrar en la guerra, estaba inclinando la balanza totalmente a su favor. Era un hombre que veía, no solo más allá de lo que daban sus narices, sino hasta el infinito y mucho, pero mucho más allá. En 1945, hasta los japoneses empedernidos se habían rendido, ni digamos de los alemanes. Pero el ya había ganado la guerra en 1941, solo era cuestión que lo supiera el enemigo.
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